10 Entonces Dalila dijo a Sansón:— Te has reído de mí contándome una patraña; dime, por favor, con qué habría que amarrarte.
11 Respondió Sansón:— Si me amarraran fuertemente con cordeles nuevos sin usar, perdería la fuerza y sería como un hombre cualquiera.
12 Tomó Dalila unos cordeles nuevos, lo amarró con ellos y le gritó:— ¡Sansón! ¡Los filisteos!Tenía ella hombres escondidos en la alcoba, pero él rompió los cordeles de sus brazos como si fueran un hilo.
13 Entonces Dalila dijo a Sansón:— Hasta ahora te has estado burlando de mí y sólo me has contado patrañas. Dime de una vez con qué habría que amarrarte.Él le respondió:— Si entretejieras las siete trenzas de mi cabellera con cordel de tejer y las clavaras con la clavija del tejedor, perdería la fuerza y sería como un hombre cualquiera.
14 Esperó, pues, que Sansón se durmiera, le entretejió las siete trenzas de su cabellera con el cordel de tejer, las clavó con la clavija y le gritó:— ¡Sansón! ¡Los filisteos!Él se despertó de su sueño y arrancó el cordel y la clavija. Y no se descubrió el secreto de su fuerza.
15 Dalila le dijo:— ¿Cómo puedes decir: “Te amo”, si tu corazón no es mío? Por tres veces te has reído de mí y no me has dicho en qué consiste esa fuerza tan enorme que tienes.
16 Como todos los días lo importunaba con sus palabras y lo tenía ya aburrido,