1 En cuanto a lo que me preguntaban por escrito*, es cosa de alabar el que el varón renuncie a tener relaciones con la mujer.
2 Ante el peligro de la lujuria, sin embargo, que cada uno tenga su mujer, y cada mujer su marido.
3 El marido debe cumplir su obligación conyugal con la mujer, y lo mismo la mujer con el marido.
4 Porque la mujer ya no es dueña de su propio cuerpo; lo es el marido. Como tampoco el marido es dueño de su cuerpo; lo es la mujer.
5 No pongan dificultades a su mutua entrega, a no ser de común acuerdo y por cierto tiempo con el fin de dedicarse a la oración. Pero luego deben volver a la vida normal de matrimonio, no sea que, incapaces de guardar continencia, Satanás los arrastre al pecado.
6 Esto se lo digo más en plan de concesión que de mandato.
7 Bien quisiera yo que todos imitasen mi ejemplo; pero cada uno ha recibido de Dios su propio don: unos de un modo y otros de otro.