28 Y para no seguir contando, añádase mi preocupación diaria por todas las iglesias.
29 Pues ¿quién desfallece sin que yo desfallezca? ¿Quién es inducido a pecar sin que yo lo sienta como una quemadura?
30 Aunque si hay que presumir, presumiré de mis debilidades.
31 El Dios y Padre de Jesucristo, el Señor —¡bendito sea para siempre!— sabe que no miento.
32 Estando yo en Damasco, el delegado del rey Aretas vigilaba la ciudad de los damascenos con intención de prenderme;
33 pude escapar de sus manos, pero siendo descolgado por una ventana muralla abajo en un canasto.