1 Decidí, pues, no causarles de nuevo tristeza con mi visita.
2 Porque si yo los entristezco ¿quién podrá alegrarme a mí? ¡Tendría que ser el mismo a quien yo causé tristeza!
3 Por eso precisamente les escribí como lo hice; para que cuando vaya a visitarlos, no me causen tristeza los que deben ser fuente de gozo para mí. Tanto más cuanto que estoy convencido, en lo que a ustedes respecta, que mi alegría es también la de ustedes.
4 Les escribí, en efecto, bajo el peso de una inmensa congoja, con el corazón lleno de angustia y anegado en lágrimas. Pero no era mi intención entristecerlos; sólo quería hacerles caer en la cuenta de que mi amor por ustedes no tiene límites.
5 Y si alguno ha sido causa de tristeza, lo ha sido no sólo para mí, sino —en parte, al menos, para no exagerar— también para todos ustedes.
6 La mayoría de ustedes ya le ha impuesto un castigo que considero suficiente.
7 Lo que ahora procede es que le perdonen y lo animen no sea que el exceso de tristeza lo empuje a la desesperación.