14 Y así, ofreciéndose en sacrificio una única vez, ha hecho perfectos de una vez para siempre a cuantos han sido consagrados a Dios.
15 El mismo Espíritu Santo lo atestigua cuando, después de haber dicho:
16 Esta es la alianza que sellaré con ellos cuando llegue aquel tiempo —dice el Señor—: inculcaré mis leyes en su corazón y las escribiré en su mente.
17 Y añade: No me acordaré más de sus pecados, ni tampoco de sus iniquidades.
18 Ahora bien, donde el perdón de los pecados es un hecho, ya no hay necesidad de ofrendas por el pecado.
19 Así pues, hermanos, la muerte* de Jesús nos ha dejado vía libre hacia el santuario,
20 abriéndonos un camino nuevo y viviente a través del velo, es decir, de su propia humanidad.