16 El que los escuche a ustedes, es como si me escuchara a mí; el que los rechaze a ustedes, es como si me rechazara a mí; y el que me rechace a mí, es como si rechazara al que me envió.
17 Los setenta y dos volvieron llenos de alegría, diciendo:— ¡Señor, hasta los demonios nos obedecen en tu nombre!
18 Jesús les contestó:— He visto a Satanás que caía del cielo como un rayo.
19 Les he dado a ustedes autoridad para que pisoteen las serpientes, los escorpiones y todo el poder del enemigo, sin que nada ni nadie pueda dañarlos.
20 Pero, aun así, no se alegren tanto de que los espíritus malignos los obedezcan como de que los nombres de ustedes estén escritos en el cielo.
21 En aquel mismo momento, el Espíritu Santo llenó de alegría a Jesús, que dijo:— Padre, Señor del cielo y de la tierra, te alabo porque has ocultado todo esto a los sabios y entendidos y se lo has revelado a los sencillos. Sí, Padre, así lo has querido tú.
22 Mi Padre lo ha puesto todo en mis manos y nadie sabe quién es el Hijo, sino el Padre; y nadie sabe quién es el Padre, sino el Hijo y aquellos a quienes el Hijo quiera revelárselo.