8 En definitiva, los que viven entregados a sus desordenados apetitos no pueden agradar a Dios.
9 Pero ustedes no viven entregados a esos apetitos, sino al Espíritu, ya que el Espíritu de Dios mora en ustedes. El que carece del Espíritu de Cristo, no pertenece a Cristo.
10 Pero si Cristo está en ustedes, aunque el cuerpo muera a causa del pecado, el espíritu vive en virtud de la fuerza salvadora de Dios.
11 Y si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en ustedes, el mismo que resucitó a Cristo Jesús infundirá nueva vida a sus cuerpos mortales por medio del Espíritu que ha hecho habitar en ustedes.
12 Por tanto, hermanos, si con alguien estamos en deuda, no es con nuestros apetitos desordenados para comportarnos según ellos.
13 Porque si ustedes se comportan según esos apetitos, morirán; pero si, con la ayuda del Espíritu, dan muerte a las obras del cuerpo, vivirán.
14 Los que se dejan conducir por el Espíritu de Dios, esos son hijos de Dios.