7 Es preciso, en efecto, que el obispo, en cuanto encargado de administrar la casa de Dios, sea irreprochable. No ha de ser arrogante, ni colérico, ni aficionado al vino, ni pendenciero, ni amigo de negocios sucios.
8 Al contrario, debe ser hospitalario, amante del bien, sensato, de vida recta, piadoso y dueño de sí.
9 Debe estar firmemente anclado en la verdadera doctrina, de modo que sea capaz tanto de aconsejar en lo que respecta a la autenticidad de la enseñanza como de rebatir a quienes la combaten.
10 Porque hay muchos rebeldes, charlatanes y embaucadores, sobre todo entre los judíos convertidos.
11 Y es preciso reducirlos al silencio porque no hacen más que ir de casa en casa causando estragos y enseñando lo que no deben en busca de una vil ganancia.
12 Ya dijo de ellos uno de sus propios poetas:“Los cretenses son siempre mentirosos,malas bestias, glotones y perezosos”.
13 Y dijo la verdad. Por eso, corrígelos con severidad a fin de que se mantengan fuertes en la fe.