29 Se hizo tarde, pero el fuego todavía no aparecía. Los profetas continuaron profetizando hasta llegar el momento de hacer el sacrificio de la tarde, pero no pasó absolutamente nada. Baal no hizo ni un ruido. No contestó nada. Nadie los escuchaba.
30 Entonces Elías le dijo a todo el pueblo: —Reúnanse conmigo. Así que todo el pueblo estuvo junto a Elías. El altar del SEÑOR había sido destruido, así que Elías lo arregló.
31 Elías encontró doce piedras, una por cada una de las doce tribus nombradas por los doce hijos de Jacob, a quien el SEÑOR había llamado Israel.
32 Elías usó las piedras para arreglar el altar en honor al SEÑOR. Después hizo una zanja alrededor del altar que podía contener quince litros de agua.
33 Luego Elías acomodó la madera en el altar, cortó el toro en pedazos y los colocó sobre la madera.
34 Entonces les dijo: —Llenen cuatro jarrones de agua y derramen toda el agua sobre los pedazos de carne. Luego Elías dijo: —Háganlo de nuevo. Después dijo: —Háganlo por tercera vez.
35 El agua corrió hasta llenar la zanja alrededor del altar.