23 Micaías dijo: —Efectivamente es lo que ha ocurrido. El SEÑOR ha inspirado a todos tus profetas para que te engañen. El SEÑOR decidió que todo te saldrá mal.
24 Entonces el profeta Sedequías hijo de Quenaná se acercó a Micaías y le dio una bofetada. Sedequías le dijo: —¿De veras crees que el Espíritu del SEÑOR me ha dejado y ahora habla por ti?
25 Micaías contestó: —Mira, pronto verás el día en que tratarás de escapar yendo de cuarto en cuarto.
26 Entonces el rey Acab le ordenó a uno de sus oficiales que arrestara a Micaías. El rey Acab le dijo: —Agárrenlo y llévenselo a Amón, el gobernador de la ciudad, y al príncipe Joás.
27 Diles que el rey ordena que lo pongan en prisión y que sólo le den un poco de pan y agua. Manténganlo ahí hasta que yo vuelva de la batalla.
28 Micaías dijo en voz alta: —¡Escúchenme todos! Si el rey Acab regresa sano y salvo de esta batalla, el SEÑOR no ha hablado por mí.
29 Entonces el rey Acab y el rey Josafat fueron a pelear en contra del ejército de Siria en Ramot de Galaad.