8 Él levanta del polvo a los pobres; les quita su tristeza. Les da importancia a los pobres, sentándolos con príncipes en el lugar de los invitados de honor. »El SEÑOR hizo todo el mundo, y todo el mundo le pertenece.
9 »Guía los pasos de los que te son fieles para que no tropiecen, pero la gente mala será destruida; caerá en la oscuridad. No triunfará por sus propias fuerzas.
10 »SEÑOR, quebrántalos cuando desde el cielo envíes truenos contra tus enemigos. El SEÑOR juzgará hasta lo último de la tierra. Fortalecerá a su rey y dará poder a su rey elegido».
11 Elcaná regresó a su casa de Ramá, pero el niño se quedó en Siló para servir al SEÑOR bajo la supervisión del sacerdote Elí.
12 Los hijos de Elí eran perversos. No les importaba el SEÑOR
13 ni la manera en que se suponía que los sacerdotes deberían tratar al pueblo. Lo que los sacerdotes debían hacer para el pueblo era lo siguiente: Cada vez que alguien ofrecía un sacrificio, el sacerdote debía colocar la carne en una olla de agua hirviendo. Luego el ayudante del sacerdote debía tomar un tenedor grande de tres dientes
14 para sacar un poco de carne de la olla. El sacerdote tomaba sólo la carne que se sacaba con el tenedor. Eso es lo que debían hacer los sacerdotes con todos los israelitas que ofrecían sacrificios en Siló.