9 El sacerdote respondió: —La única espada que hay aquí es la de Goliat, el filisteo que mataste en el valle de Elá. Está detrás del efod, envuelta en un paño. Puedes tomarla si quieres. David le dijo: —Dámela. No hay como la espada de Goliat.
10 Ese mismo día, David siguió huyendo de Saúl, y se dirigió a Aquis, rey de Gat.
11 Los oficiales de Aquis dijeron: —Este es David, el rey del país, de quien cantan los israelitas. Por él bailan y cantan: “¡Saúl mató a miles, pero David mató a diez miles!”
12 David ponía mucha atención a lo que decían, pues tenía miedo de Aquis, rey de Gat.
13 Así que David se hizo pasar por loco frente a Aquis y sus oficiales mientras estaba con ellos. Hacía garabatos en las puertas y dejaba que la saliva le corriera por la barba.
14 Aquis les dijo a los oficiales: —¡Miren nada más! ¡Este hombre está loco! ¿Para qué me lo traen?
15 Ya tengo suficientes locos. ¡No necesito ni uno más que venga a hacer sus locuras delante de mí! ¡No dejen que entre a mi casa nunca más!