30 El rey de Siria tenía comandantes de carros de combate y les dijo que nadie tenía tanta importancia para él como el rey de Israel. Por eso les ordenó buscar al rey de Israel y matarlo sin preocuparse por el resto del enemigo.
31 Así que durante la batalla, los comandantes de carruaje se fijaron en el rey Josafat, pensando que él era el rey de Israel. Cambiaron el rumbo para atacarlo cuando Josafat comenzó a gritar, y el SEÑOR lo ayudó. Dios hizo que se apartaran de él;
32 al ver que no era el rey Acab, dejaron de perseguirlo.
33 Sin embargo un soldado tiró una flecha al aire, sin apuntar a nada en particular, la flecha entró por un pequeño espacio entre la malla y la armadura de Acab, el rey de Israel. Entonces Acab le dijo al conductor del carro: «¡Me hirió una flecha! Sal del área y retirémonos de la batalla».
34 Los ejércitos continuaron en batalla y el rey Acab se quedó en su carro. Se apoyó en el carro mirando el ejército de Siria hasta caer la tarde, y murió al ponerse el sol.