9 Pero Salomón no obligó a ningún israelita a ser su esclavo, sino que los empleaba como soldados, comandantes y oficiales de los carros de combate y de la caballería.
10 Había doscientos cincuenta de ellos que le servían como supervisores de los capataces que dirigían al personal.
11 Salomón trasladó a su esposa, la hija del faraón, de la Ciudad de David al palacio que le construyó, pues dijo: «Ninguna esposa mía vivirá en la casa de David, rey de Israel, porque los lugares donde ha estado el cofre del SEÑOR son sagrados».
12 En aquel tiempo, Salomón ofrecía los sacrificios que deben quemarse completamente al SEÑOR en el altar del SEÑOR que había construido delante del vestíbulo.
13 Los ofrecía conforme a lo ordenado para cada día, según lo mandado por Moisés, semanalmente los días de descanso, mensualmente en las Lunas nuevas y durante las fiestas que se realizaban tres veces al año: la fiesta de los Panes sin Levadura, la fiesta de las Semanas y la fiesta de las Enramadas.
14 De acuerdo a lo ordenado por su papá David, asignó turnos para que los sacerdotes realizaran su servicio y para que los levitas llevaran a cabo sus deberes de alabar y servir ante los sacerdotes de acuerdo a lo ordenado para cada día. También asignó turnos a los porteros en cada puerta.
15 Así que cumplieron fielmente el mandato del rey en cuanto a los sacerdotes, los levitas y también en cuanto a la tesorería.