2 Entonces el oficial ayudante del rey le contestó al hombre de Dios: —Eso no ocurriría ni aunque el SEÑOR abriera las ventanas del cielo. Eliseo le dijo: —Lo verás con tus propios ojos, pero no podrás comer nada.
3 Cuatro leprosos que estaban en la puerta de la ciudad se dijeron unos a otros: —¿De qué nos sirve estar aquí sentados esperando la muerte?
4 No hay comida en Samaria y si entramos a la ciudad, allí moriremos. Si nos quedamos aquí también nos moriremos. Mejor vayamos al campamento sirio. Si nos dejan vivir, bien. Si nos matan, pues que nos maten.
5 Así que esa tarde los cuatro leprosos fueron al campamento de los sirios. Cuando llegaron al borde del campamento, no había nadie.
6 El Señor había hecho que los sirios escucharan el sonido de carros, caballos y un gran ejército. Por eso los sirios se dijeron: «El rey de Israel contrató a los hititas y a los egipcios para atacarnos»
7 y salieron huyendo esa tarde dejando todo atrás. Abandonaron sus carpas, caballos y asnos, y escaparon.
8 Los leprosos se acercaron al borde del campamento y entraron a una carpa. Después de haber comido y bebido, se llevaron de ahí plata, oro y ropa. Entonces fueron y escondieron algunas cosas. Luego entraron a otra carpa y se llevaron cosas de ahí y las escondieron.