1 Amada mía, novia mía, he entrado a mi jardín, he tomado mi mirra y mis especias, mi miel de su panal, y he bebido mi néctar y mi vino. Oh, queridos amigos, ¡coman y beban, embriáguense de amor!
2 Yo duermo, pero mi corazón vela. Escucha, mi amado llama: «Ábreme la puerta, amada mía, mi compañera, mi paloma, mi amada perfecta. Ábreme la puerta, que mi cabeza está cubierta de rocío y la lluvia de la noche ha mojado mi cabello».
3 Yo le respondí: «Ya me quité la ropa, ¿tendré que ponérmela de nuevo? Ya me lavé los pies, ¿tendré que ensuciármelos de nuevo?»
4 Pero cuando me di cuenta de que mi amado trataba de abrir la puerta, sentí profunda pena por él.
5 Entonces me levanté para abrirle; mis manos estaban cubiertas de mirra que se escurría entre mis dedos mientras trataba de abrirle la puerta.
6 Le abrí la puerta, pero él ya se había ido. Casi me muero al ver que no estaba. Lo busqué, pero no lo encontré; lo llamé pero no respondió.
7 Los guardias de la ciudad me encontraron y me golpearon. Me lastimaron y me quitaron el velo.