Daniel 4:30-36 PDT

30 «¡Miren qué grande es Babilonia! Yo construí esta ciudad con mi poder. ¡La he hecho capital de mi reino para mostrar lo grande que soy!»

31 El rey no había terminado de hablar, cuando se oyó una voz desde el cielo diciendo: «¡Escucha lo que te va a suceder rey Nabucodonosor! Ya no tienes ningún poder sobre tu reino.

32 Te apartarán de los hombres. Vivirás con los animales, comerás pasto como el ganado y te mojarás con el rocío. Vivirás así durante siete años, hasta que te des cuenta de que el Dios altísimo es el único que gobierna los reinos de los hombres. Sólo Dios decide quién los gobierna».

33 Apenas terminó este mensaje, se cumplió todo lo que decía. Nabucodonosor fue alejado de la gente y empezó a comer pasto como el ganado. Su cuerpo se empapó con el rocío. Le creció el pelo hasta que parecía que tuviera plumas de águila, y las uñas le crecieron tanto que parecían las garras de un ave.

34 Cuando pasaron los siete años, yo, Nabucodonosor, miré hacia el cielo y recobré la razón. Alabé al Dios altísimo y bendije al que vive por siempre: Él es quien gobierna eternamente y su reino seguirá de generación en generación.

35 Los habitantes de la tierra son insignificantes si se les compara con él. Hace siempre su voluntad, tanto entre los habitantes del cielo, como entre la gente de la tierra. Nadie puede estar en contra de su poder, ni preguntar por qué hace lo que hace.

36 En ese momento, Dios me sanó de mi locura. Me devolvió mi reino y mi honor; mi cuerpo volvió a ser normal; mis consejeros y los miembros de la corte volvieron a confiar en mí. Volví a ser el rey y me volví más rico y poderoso que antes.