20 Yo estaba orando y confesando mis pecados y los del pueblo de Israel. Estaba pidiendo al SEÑOR mi Dios que ayudara a su monte santo.
21 Mientras yo oraba, se acercó a mí el mismo Gabriel que se me apareció una vez en sueños. Vino volando en el momento de la ofrenda de la tarde.
22 Gabriel me ayudó a entender lo que no comprendía y me dijo: «Daniel, he venido acá para enseñarte y ayudarte a entender.
23 Cuando comenzaste tu oración, Dios te contestó. He venido a decirte que Dios te ama y que vas a entender tu visión porque eres un hombre inteligente.
24 Dios les ha dado a tu pueblo y a la ciudad santa un plazo de setenta semanas. Durante ese tiempo hay que dejar la maldad y el pecado. Hay que buscar la purificación por los errores cometidos. Deben promover una justicia que dure por siempre. Así la visión profética será confirmada y será consagrado el lugar santísimo.
25 »Daniel, entiende muy bien lo que te voy a decir. Pasarán siete semanas desde el momento en que se dio la orden de regresar y reconstruir Jerusalén hasta que llegue el rey ungido. Jerusalén tendrá de nuevo una plaza y un canal alrededor para protegerla. La construcción durará sesenta y dos semanas pero habrá mucha angustia en ese tiempo.
26 Cuando pasen las sesenta y dos semanas, el ungido morirá y se quedará sin nada. Luego, el pueblo del siguiente gobernante destruirá la ciudad y el santuario. El final llegará como una inundación. Habrá guerra hasta el final y todo quedará totalmente destruido, como Dios lo ha dispuesto.