1 Vinieron a mí unos líderes de Israel y se sentaron frente a mí.
2 El SEÑOR me dijo:
3 «Hijo de hombre, estos hombres todavía piensan en sus repugnantes ídolos. ¡Tienen entre ceja y ceja esos obstáculos que los hacen tropezar! ¿Por qué ahora debo permitirles que acudan a pedirme ayuda?
4 Por lo tanto, háblales y diles que esto es lo que dice el Señor DIOS: “Algunos israelitas, por las dudas, todavía rinden culto a sus repugnantes ídolos y se colocan el pecado propio como una piedra de tropiezo para sí mismos, ¡y a la vez acuden a los profetas por ayuda! Pues a ellos yo, el SEÑOR, les diré que vayan entonces a pedir ayuda a sus ídolos.
5 Lo haré para recalcarles que todos sus repugnantes ídolos los han abandonado”.