16 Se fue y se sentó a cierta distancia, aproximadamente la distancia de un tiro de flecha, porque ella pedía: «No me dejes ver la muerte de mi hijo». Se sentó a esa distancia y comenzó a llorar.
17 Pero Dios escuchó la voz del niño, y el ángel de Dios bajó desde el cielo. Él le dijo: «Agar, ¿qué te pasa? No te asustes, Dios ha escuchado el llanto del niño.
18 Ponte de pie, levanta al niño y agárralo bien de la mano. De él haré una gran nación».
19 Después Dios permitió que ella viera una fuente de agua. Así que ella fue, llenó su cuero con agua y le dio de beber al niño.
20 Dios estaba con el niño y él creció. Ismael vivió en el desierto y se convirtió en lanzador de flechas.
21 Vivió en el desierto del Parán; su mamá le consiguió una mujer egipcia.
22 En ese tiempo Abimélec y Ficol, el jefe de su ejército, le dijeron a Abraham: —Dios está contigo en todo lo que haces.