23 Entonces el siervo les dijo: —Cálmense. No se asusten. Su Dios, el Dios de su papá, les debe haber metido el dinero en sus costales. Yo mismo recibí su dinero la vez pasada. Luego el siervo trajo a Simeón ante ellos.
24 Después los hizo seguir a la casa de José, les dio agua y les lavó los pies. También les dio comida a los burros.
25 Los hermanos se enteraron de que iban a comer con José, y alistaron los regalos.
26 Cuando José llegó a la casa, sus hermanos le llevaron los regalos que le habían traído y se postraron rostro en tierra ante él.
27 José les preguntó cómo estaban y también preguntó: —¿Cómo está su papá, el anciano del cual me hablaron? ¿Todavía vive?
28 Los hermanos respondieron: —Nuestro papá, su siervo, está bien, aún vive. Luego le hicieron reverencia.
29 Cuando levantó sus ojos, vio a su hermano Benjamín, el hijo de su propia mamá, y dijo: —¿Es este el hermano menor del que me hablaron? Después le dijo a Benjamín: —Dios te bendiga, hijo mío.