3 Por eso han desaparecido las lluvias refrescantes, y ya no llega la lluvia de primavera. Te ves tan descarada como una prostituta que no tiene vergüenza alguna.
4 Pero ahora me dices: “Padre, tú eres el compañero de mi juventud,
5 ¿vas a seguir enojado? ¿Te va a durar el enojo para siempre?” Y mientras lo dices, haces todo el mal que puedes».
6 Luego, durante el reinado de Josías en Judá, el SEÑOR me dijo: «¿Has visto lo que hizo la infiel Israel? Se la pasó prostituyéndose en cada colina y bajo cada árbol frondoso.
7 Y yo pensé que después de hacer todo eso, ella volvería a mí. Pero no regresó. Judá, su hermana infiel, se dio cuenta de todo eso,
8 y también se dio cuenta de que por todos los pecados sexuales que cometió Israel, yo la envié lejos y me separé de ella. Sin embargo, Judá no tuvo temor alguno y también fue a prostituirse.
9 A Judá le parecía algo tan insignificante su promiscuidad que contaminó con ella toda la tierra adorando a los árboles y las piedras.