20 ¿Qué gano yo con el incienso que me traen de Sabá o con el olor de la caña de tierras lejanas? No me gustan sus sacrificios que deben quemarse completamente ni sus otros sacrificios».
21 Por eso el SEÑOR dice esto: «Voy a ponerle tropiezos a este pueblo para que caiga. Padres e hijos, vecinos y amigos, todos morirán».
22 Esto dice el SEÑOR: «Miren, desde el norte viene un ejército; una gran nación se acerca desde los confines de la tierra.
23 Llevan arcos y lanzas, son crueles y no tienen compasión. Sus gritos suenan como el rugido del mar, y van montados a caballo, en perfecto orden, como un solo hombre, ¡para atacarte, hija de Sion!»
24 Hemos oído hablar de ese ejército, y quedamos temblando de miedo. La angustia se apoderó de nosotros, un dolor como de mujer que va a dar a luz.
25 No salgas al campo, ni andes por el camino, porque ahí está la espada del enemigo y hay terror por todas partes.
26 Pueblo mío, vístete con ropas ásperas y cúbrete de ceniza. Haz duelo como si se te hubiera muerto tu único hijo, porque el destructor caerá muy pronto sobre nosotros.