11 El SEÑOR dirige a su ejército dándole órdenes. Su ejército es grandioso y los que cumplen sus órdenes son poderosos. De verdad que el día del SEÑOR será un día grande y terrible. ¿Quién lo podrá soportar?
12 El SEÑOR llama a su pueblo: «Vengan ahora y cambien su vida, y regresen a mí de todo corazón. Háganlo con ayuno, llanto y lamentos.
13 En lugar de rasgarse las vestiduras, rasguen su corazón». Cambien su vida y vuelvan al SEÑOR su Dios, compasivo y misericordioso, que no se enoja con facilidad, que está lleno de fiel amor y dispuesto a dar indulto.
14 ¿Quién sabe? Tal vez Dios reflexione, cambie su decisión de castigarlos y los bendiga con cereales y vino para que puedan ofrecerle ofrendas al SEÑOR su Dios.
15 ¡Toquen la trompeta en el monte Sion! Proclamen un ayuno y convoquen al pueblo.
16 Reúnan al pueblo, que se purifique la asamblea. Reúnan a los ancianos; traigan a los niños, incluso a los bebés. Que los recién casados suspendan su luna de miel.
17 Que los sacerdotes, siervos del SEÑOR, lloren entre el patio y el altar diciendo: «Ten compasión de tu pueblo, SEÑOR. No dejes que las naciones se burlen de lo que es tuyo. Que no digan los demás pueblos: “¿Dónde está su Dios?”»