4 Pero el SEÑOR arrojó al mar un fuerte viento y hubo una tormenta tan grande que el barco corría el peligro de romperse en pedazos.
5 Los marineros estaban muy asustados, cada uno le rogaba a su propio dios y arrojaron la carga al mar para quitarle peso al barco. Mientras tanto Jonás había bajado al interior del barco y se encontraba sumido en un sueño profundo.
6 Entonces el capitán se le acercó y le dijo: —¿Qué estás haciendo ahí, dormilón? ¡Levántate y ruega a tu dios! A lo mejor tu dios se fije en nosotros y nos ponga a salvo.
7 Entonces los marineros se decían unos a otros: —Echemos suertes para averiguar quién es el responsable de la calamidad que estamos sufriendo. Así lo hicieron y la suerte señaló que Jonás era el culpable.
8 Entonces le dijeron: —Dinos, ¿Por causa de quién estamos pasando esta calamidad? ¿Cuál es el propósito de tu viaje? ¿De dónde vienes? ¿Cuál es tu país? ¿Quién es tu gente?
9 Jonás les respondió: —Soy hebreo y adoro al SEÑOR, Dios del cielo, creador del mar y de la tierra.
10 Entonces los hombres se asustaron mucho y le preguntaron: —¿Qué es lo que has hecho? Pues sabían que estaba huyendo de la presencia del SEÑOR porque Jonás se lo había contado.