13 ¿Qué te puedo decir? ¿Con qué te puedo comparar, hija de Sion? ¿Con qué te puedo comparar para traerte consuelo, hija virgen de Sion? En verdad, tu ruina es tan inmensa como el mar. ¿Quién podrá curarte?
14 Tus profetas te contaron sus visiones, pero esas visiones eran falsas y sin valor. Ellos no trataron de mejorar tu destino advirtiéndote de tus crímenes. Por el contrario, te contaron sus profecías con palabras vacías y falsas.
15 Los que pasan por el camino se asombran al verte. Hacen gestos y sacuden su cabeza al ver a la hija de Jerusalén. Al verla, preguntan: «¿Es esta la ciudad que según dicen era la más bella de todas? ¿Es esta la ciudad que admiraba toda la tierra?»
16 Todos tus enemigos hablan en contra tuya. Hacen escándalo y dicen: «Los hemos destruido. Este es el día que tanto hemos esperado. Ese día ha llegado y lo hemos visto».
17 El SEÑOR hizo lo que planeó. Cumplió su amenaza; lo que prometió hace tanto tiempo. Destruyó y no tuvo compasión. Les dio la victoria a tus enemigos e hizo que ellos celebraran tu derrota.
18 ¡Muralla de la hija de Sion, grita con todo tu corazón al Señor! Que tus lágrimas corran como un río día y noche. No te detengas, no permitas que tus ojos se detengan.
19 Levántate y grita en la noche al inicio de cada hora. Implora piedad ante la presencia del Señor. Eleva tus manos hacia él por el bien de tus hijos que se mueren de hambre en todas las calles de la ciudad.