3 Tobías el amonita, que estaba a su lado, dijo: «¿Qué creen ellos que están haciendo? Hasta una zorra puede tumbar esos muros con tan sólo pararse encima».
4 Entonces yo hice esta oración: «Escúchanos, Dios nuestro: Esa gente nos humilla y nos insulta. Haz que sus insultos se vuelvan contra ellos y castígalos como se castiga a los que son llevados prisioneros lejos de sus tierras.
5 No les perdones su maldad ni les borres sus pecados porque ellos han insultado a los que reconstruyen».
6 Así que reconstruimos las murallas de la ciudad, aunque tan sólo a la mitad de la altura que debía tener. Pero lo que hicimos lo logramos porque el pueblo trabajó con mucho entusiasmo.
7 Sambalat, Tobías, los árabes, los amonitas y los hombres de Asdod se disgustaron mucho cuando se enteraron de que las murallas de Jerusalén se estaban reconstruyendo, y que estábamos cerrando los boquetes.
8 Entonces planearon venir a luchar contra nosotros y crear confusión en Jerusalén,
9 pero nosotros oramos a nuestro Dios y pusimos guardias en las murallas para que vigilaran día y noche.