8 »Por eso, espérenme, dice el SEÑOR. Esperen el día en que me levante para darles su castigo. He decidido reunir a las naciones y reinos, para castigarlos a ustedes y mostrarles lo mal que me siento; para mostrarles toda mi ira. Sí, el fuego de mi ira quemará la tierra entera.
9 En aquel tiempo purificaré los labios de todos los pueblos y haré que gente de otras naciones invoque el nombre del SEÑOR. Así, todos podrán servirme como si fueran uno solo.
10 Aún desde más allá de Etiopía mi pueblo dispersado vendrá pidiéndome ayuda; ellos me traerán la ofrenda que me pertenece.
11 Jerusalén, en aquel tiempo ya no sentirás vergüenza por todos los pecados que cometiste en mi contra. Sacaré de ti a los que se creen tan importantes y no quedarán más arrogantes en mi monte santo.
12 Sólo quedarán allí los sencillos y humildes que confían en el nombre del SEÑOR.
13 Los sobrevivientes del pueblo de Israel no harán el mal ni dirán falsedades ni mentirán. Ellos serán como ovejas que pastan y se acuestan tranquilas sin miedo a ser atacadas».
14 ¡Sion, canta con alegría! ¡Israel, grita de felicidad! ¡Jerusalén, alégrate y celebra con todo tu corazón!