1 Líbano, abre tus puertas para que el fuego consuma tus árboles de cedro.
2 Árbol de ciprés, llora porque los cedros han caído. Esos magníficos árboles han sido destruidos. Los robles de Basán llorarán porque el bosque ha sido destruido.
3 Escucha el llanto de pena de los pastores; lloran porque han perdido toda su gloria. Escucha el rugido de los leones; rugen porque la selva cerca del río Jordán ha sido arruinada.
4 Entonces el SEÑOR mi Dios me dijo: «Cuida el rebaño que va a ser sacrificado.
5 Los dueños de las ovejas las matan y no reciben castigo. Los que venden las ovejas dicen: “¡Gloria al SEÑOR, voy a ser rico!” Los pastores no sienten compasión por sus ovejas.
6 Por eso no tendré compasión de los habitantes de Judá». El SEÑOR dice: «Voy a hacer que cada uno de ellos quede bajo el control de su vecino y de su rey. Dejaré que les destruyan su tierra y no salvaré a ninguno de ellos».
7 Así que me dediqué a cuidar las ovejas que iban a ser sacrificadas, especialmente a los pobres del rebaño. Tomé dos varas de pastor, a una la llamé Gracia, a la otra la llamé Unión, y con esas varas de pastor guié a las ovejas.