1 Ahora hermanos míos, ¡alégrense en el Señor! En cuanto a lo que sigue, para mí no es molestia repetirles lo mismo; al contrario, lo hago por su seguridad.
2 ¡Cuidado con los perros! Cuidado con aquellos cuyo trabajo es la maldad. Cuidado con los que desfiguran a otros usando la circuncisión.
3 Nosotros somos los que estamos verdaderamente circuncidados, los que adoramos a Dios por medio de su Espíritu y nos alegramos de lo que Cristo hace en nuestra vida sin poner nuestra confianza en la raza o posición social.
4 Aunque yo tendría razones para confiar en mi raza y posición social, no lo hago. Así que si alguien piensa que tiene razones para confiar en su raza o posición social, yo tendría más razones que cualquier otro.
5 Me circuncidaron cuando tenía ocho días de nacido, soy israelita y pertenezco a la tribu de Benjamín. Soy hebreo y mis padres también fueron hebreos. La ley era muy importante para mí, pues yo era fariseo.
6 Estaba tan dedicado a la ley y las tradiciones de mi pueblo que perseguía a la iglesia, y nadie podía reprocharme nada porque siempre obedecía la ley.
7 En esa época pensaba que todo eso era muy valioso, pero gracias a Cristo, ahora sé que eso no tiene ningún valor.