1 La ley era sólo una imagen borrosa de las bendiciones que llegarían en el futuro. La ley no es la verdadera bendición porque exige a la gente que ofrezca los mismos sacrificios todos los años. Los que se acercan a ofrecer culto a Dios siguen ofreciendo esos sacrificios, pero la ley jamás puede hacerlos perfectos.
2 Si la ley lo pudiera hacer, entonces ya estarían limpios, no se sentirían culpables de sus pecados y esos sacrificios ya hubieran dejado de ofrecerse.
3 Cada año los sacrificios sirven para recordarles sus pecados,
4 porque es imposible quitar los pecados con la sangre de toros y chivos.
5 Por eso, cuando Cristo vino al mundo dijo: «Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, sino que has preparado un cuerpo para mí.
6 A ti no te gustan los sacrificios de animales muertos y quemados, ni los sacrificios que se ofrecen por los pecados.
7 Entonces dije: “Aquí estoy, Dios. En el libro de la ley está escrito acerca de mí: Vine a hacer lo que tú quieres que haga”».