16 pero les advertía terminantemente que no le dijeran a nadie quién era él.
17 Esto sucedió para que se cumpliera lo que Dios dijo por medio del profeta Isaías:
18 «Aquí está el que me sirve, a quien yo he elegido. Yo lo amo y estoy contento con él. Pondré mi Espíritu en él, y anunciará justicia para las naciones.
19 No discutirá ni gritará; la gente no escuchará su voz en las calles.
20 No romperá la caña que ya está doblada, ni va a apagar la mecha de la que apenas sale humo. Seguirá hasta que haga triunfar la justicia.
21 Entonces todas las naciones pondrán su esperanza en él».
22 Después le trajeron a Jesús un hombre ciego y mudo porque estaba atormentado por un demonio. Jesús lo sanó y por fin el hombre pudo ver y hablar.