37 Luego tomó a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo con él y comenzó a sentirse triste y angustiado.
38 Después les dijo: —¡Mi tristeza es tan grande que me siento morir! Quédense aquí, manténganse despiertos conmigo.
39 Caminó un poco, se postró rostro en tierra y oró así: «Padre mío, si es posible, no me dejes tomar esta copa. Sin embargo, no hagas lo que yo quiero, sino lo que quieres tú».
40 Después regresó a sus seguidores, los encontró durmiendo y le dijo a Pedro: —¿No pudieron estar despiertos conmigo por una hora?
41 Quédense despiertos y oren para que no caigan en tentación. El espíritu está dispuesto a hacer lo correcto, pero el cuerpo es débil.
42 Una vez más, se fue y oró así: «Padre mío, si no es posible que me quites esta copa, haz lo que tú quieras».
43 Entonces vino y los encontró durmiendo otra vez porque no podían mantener los ojos abiertos.