1 Jesús subió al bote y atravesó el lago para regresar a su propio pueblo.
2 Entonces le trajeron a un hombre que estaba en una camilla, pues era paralítico. Cuando Jesús vio la fe que tenían, le dijo al paralítico: —Ánimo, hijo, tus pecados quedan perdonados.
3 Algunos maestros de la ley se dijeron: «Esta es una ofensa a Dios».
4 Pero como Jesús sabía lo que estaban pensando, dijo: —¿Por qué están pensando mal?
5 Tal vez piensen que es más fácil que yo le diga: “Tus pecados quedan perdonados”, porque eso no se puede comprobar. Pero si le digo: “¡Levántate y anda!”
6 y así sucede, entonces quedará comprobado que el Hijo del hombre tiene en la tierra el poder de perdonar pecados. Así que Jesús le dijo al paralítico: —Levántate, recoge tu camilla y vete a tu casa.
7 Él se levantó y se fue a su casa.