20 Entonces una mujer que llevaba doce años sufriendo de flujos de sangre, se le acercó a Jesús por detrás y le tocó el borde de su manto.
21 La mujer hizo esto porque pensaba: «Si alcanzo a tocar un pedazo de su manto, quedaré sana».
22 Jesús se dio la vuelta, la vio y dijo: —¡Ánimo, hija! Tu fe te ha sanado. Desde entonces la mujer quedó sana.
23 Cuando Jesús llegó a la casa del dirigente de la sinagoga, vio a los flautistas preparados para el funeral y a la multitud alborotada, y
24 les dijo: —Sálganse todos. La niña no está muerta, está dormida. Pero la gente empezó a burlarse de él.
25 Después de que sacaron a toda la gente de la casa, Jesús entró al cuarto de la niña, la tomó de la mano y ella se levantó.
26 La noticia corrió rápidamente por toda la región.