5 Así que el mayordomo del palacio, el gobernador de la ciudad, los ancianos y los preceptores mandaron a decir a Jehú:— Somos tus servidores y haremos todo lo que nos digas, pero no proclamaremos a nadie rey. Haz lo que te parezca mejor.
6 Entonces Jehú les escribió otra carta que decía: “Si estáis conmigo y queréis obedecerme, venid a verme mañana a estas horas a Jezrael, trayendo las cabezas de los descendientes de vuestro señor”.Los setenta hijos del rey vivían con los nobles de la ciudad, que se encargaban de criarlos.
7 Cuando recibieron la carta, mataron a los setenta hijos del rey, pusieron sus cabezas en cestos y se las enviaron a Jezrael.
8 Cuando llegó el mensajero, le comunicó:— Ya han traído las cabezas de los hijos del rey.Entonces Jehú ordenó:— Dejadlas en dos montones a la entrada de la ciudad hasta mañana.
9 A la mañana siguiente, Jehú salió y, puesto en pie, dijo a todo el pueblo:— Vosotros sois inocentes. He sido yo quien ha conspirado contra mi señor y lo ha matado. Pero, ¿quién ha matado a todos estos?
10 Sabed, pues, que ninguna de las palabras que el Señor pronunció contra la dinastía de Ajab caerá en saco roto. El Señor ha realizado lo que anunció por medio de su siervo Elías.
11 Jehú mató a todos los supervivientes de la familia de Ajab en Jezrael y a todas sus autoridades, parientes y sacerdotes, hasta no dejar ni uno vivo.