22 No los mates. ¿Acaso acostumbras a matar a los que no has capturado con tu espada y tu arco? Ofréceles pan y agua, para que coman y beban y luego se marchen con su señor.
23 El rey les preparó un gran banquete y ellos comieron y bebieron. Luego los despidió y regresaron a su señor. A partir de entonces las bandas de sirios no volvieron a invadir territorio israelita.
24 Algún tiempo después, Benadad, rey de Siria, movilizó a todo su ejército y puso cerco a Samaría.
25 El hambre llegó a ser tan grave a causa del asedio, que una cabeza de burro llegó a costar ochenta siclos* de plata y un puñado de palomina, cinco siclos.
26 Un día, el rey paseaba por la muralla y una mujer le gritó:— ¡Majestad, socórreme!
27 Él respondió:— Si el Señor no te socorre, ¿con qué voy a socorrerte yo? ¿Con trigo o con mosto?
28 Y el rey le preguntó:— ¿Qué te pasa?Ella respondió:— Esta mujer me dijo: “Trae a tu hijo, lo comeremos hoy, y mañana nos comeremos el mío”.