7 Pero al apuntar la aurora del día siguiente, Dios hizo aparecer un gusano que dañó el ricino hasta secarlo.
8 Luego Dios hizo soplar un viento tórrido del oriente al tiempo que el sol, desde lo alto, abrasaba la cabeza de Jonás; este se sintió desfallecer y se deseó la muerte diciéndose a sí mismo:— ¡Mejor me es morir que vivir!
9 A lo que Dios replicó:— ¿Piensas que haces bien en enojarte por lo sucedido con el ricino?— ¡Claro que hago bien en enojarme hasta desear la muerte! —respondió Jonás—.
10 Le dijo entonces el Señor:— Tú te lamentas por un ricino en cuyo crecimiento no has intervenido, que en una noche creció y en la siguiente se secó.
11 ¿No voy yo a compadecerme de Nínive, esa gran ciudad en la que viven más de ciento veinte mil niños y en la que hay mucho ganado?