3 El marido debe cumplir su obligación conyugal con la mujer, y lo mismo la mujer con el marido.
4 Porque la mujer ya no es dueña de su propio cuerpo; lo es el marido. Como tampoco el marido es dueño de su cuerpo; lo es la mujer.
5 No pongáis dificultades a vuestra mutua entrega, a no ser de común acuerdo y por cierto tiempo con el fin de dedicaros a la oración. Pero luego debéis volver a la vida normal de matrimonio, no sea que, incapaces de guardar continencia, Satanás os arrastre al pecado.
6 Esto os lo digo más en plan de concesión que de mandato.
7 Bien quisiera yo que todos imitasen mi ejemplo; pero cada uno ha recibido de Dios su propio don: unos de un modo y otros de otro.
8 Excelente cosa es —a los solteros y a las viudas se lo digo— que se mantengan como yo.
9 Pero, si son incapaces de dominarse, que se casen. Mejor es casarse que dejarse abrasar por la pasión.