10 Y gritaron con voz poderosa:— Señor santo y veraz, ¿cuánto vas a tardar en hacernos justicia y vengar la muerte que nos dieron los que habitan tierra?
11 Recibió entonces cada uno una túnica blanca, mientras les decían:— Esperad todavía un poco hasta que se complete el número de vuestros compañeros y hermanos que han de morir como vosotros.
12 Vi cómo el Cordero rompía el sexto sello. Se produjo entonces un formidable terremoto; el sol se oscureció como si se vistiera de luto; la luna se volvió completamente como sangre;
13 las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra, como higos aún verdes sacudidos por un viento impetuoso;
14 el cielo se replegó sobre sí mismo como un pergamino que se enrolla, y todos los montes y las islas sintieron estremecerse sus cimientos.
15 Entonces, los reyes de la tierra, los nobles, los generales, los ricos, los poderosos, todos absolutamente, esclavos y libres, se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes,
16 diciendo a cumbres y peñascos:— Caed sobre nosotros; ocultadnos para que no nos vea el que está sentado en el trono, para que no dé con nosotros la ira del Cordero.