19 He servido al Señor con toda humildad, en medio de las angustias y pruebas que me sobrevinieron a causa de las maquinaciones de los judíos.
20 Nada he callado que pudiera seros de utilidad, y no he dejado de anunciaros el mensaje y de enseñaros en público y en privado.
21 He instado a judíos y no judíos a convertirse a Dios y a creer en Jesús, nuestro Señor.
22 Ahora, como veis, me dirijo a Jerusalén impelido por el Espíritu, sin saber a ciencia cierta lo que allí me acontecerá.
23 Eso sí, el Espíritu Santo me asegura que no hay ciudad en la que no me esperen prisiones y sufrimientos.
24 Por lo que a mi vida respecta, en nada la aprecio. Sólo aspiro a terminar mi carrera y a culminar la tarea que me encomendó Jesús, el Señor: proclamar la buena noticia de que Dios nos ha dispensado su favor.
25 Ahora sé que ninguno de vosotros, entre quienes pasé anunciando el reino de Dios, volverá a verme más.