25 Ahora sé que ninguno de vosotros, entre quienes pasé anunciando el reino de Dios, volverá a verme más.
26 Por eso, quiero hoy declarar ante vosotros que tengo la conciencia limpia en relación con lo que os pueda suceder.
27 Nada he callado de cuanto debía anunciaros sobre el plan de Dios.
28 Cuidad de vosotros mismos y de todo el rebaño sobre el que os ha puesto el Espíritu Santo como vigilantes*. Pastoread la Iglesia que el Señor adquirió con el sacrificio de su propia vida.
29 Sé que después de mi partida se introducirán entre vosotros lobos feroces que no tendrán compasión del rebaño.
30 De entre vuestras mismas filas surgirán individuos que propagarán falsas doctrinas y arrastrarán a los discípulos tras de sí.
31 Vigilad, por tanto, y recordad que durante tres años no cesé de aconsejar día y noche, incluso con lágrimas, a cada uno de vosotros.