7 Caí al suelo y escuché una voz, que me decía: “Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues?”.
8 “¿Quién eres, Señor?”, —pregunté—. “Soy Jesús de Nazaret, a quien tú persigues”, —me contestó—.
9 Mis acompañantes vieron la luz, pero no oyeron la voz del que me hablaba.
10 Yo pregunté: “¿Qué debo hacer, Señor?”. El Señor me dijo: “Levántate y vete a Damasco. Allí te dirán lo que se te ha encargado realizar”.
11 Como el fulgor de aquella luz me había dejado ciego, mis acompañantes me condujeron de la mano hasta Damasco.
12 Había allí un hombre llamado Ananías, fiel cumplidor de la ley y muy estimado por todos los residentes judíos.
13 Este vino a mi encuentro y, poniéndose a mi lado, me dijo: “Hermano Saúl, recobra la vista”. Al instante recobré la vista y pude verlo.