18 para que les abras los ojos del entendimiento, les hagas pasar de las tinieblas a la luz y del imperio de Satanás a Dios. De este modo, por medio de la fe en mí, alcanzarán el perdón de los pecados y la herencia que corresponde a los que Dios ha consagrado para sí”.
19 Yo, pues, rey Agripa, no desobedecí aquella visión celestial,
20 sino que me dirigí en primer lugar a los habitantes de Damasco, y luego a los de Jerusalén, a los de todo el país judío y a los de las naciones extranjeras, proclamando la necesidad de convertirse, de volver a Dios y de observar una conducta propia de gente convertida.
21 Por esta razón me detuvieron los judíos, cuando estaba yo en el Templo, y trataron luego de asesinarme.
22 Pero he contado con la protección de Dios hasta el presente, y no ceso de dar testimonio a pequeños y grandes, afirmando únicamente lo que tanto los profetas como Moisés predijeron que había de ocurrir:
23 a saber, que el Mesías tenía que padecer, pero que sería el primero en resucitar de la muerte para anunciar la luz tanto al pueblo judío como a las demás naciones.
24 Estaba Pablo ocupado en el desarrollo de su defensa, cuando intervino Festo diciéndole en voz alta:— ¡Pablo, estás loco; el mucho estudio te hace desvariar!