25 Una vez que Pedro y Juan cumplieron su misión de testigos y proclamaron el mensaje del Señor, emprendieron el regreso a Jerusalén, anunciando de paso la buena noticia en muchas poblaciones samaritanas.
26 Un ángel del Señor* dio a Felipe estas instrucciones:— Ponte en camino y dirígete hacia el sur por la ruta que va desde Jerusalén hasta Gaza, la ruta del desierto.
27 Felipe partió sin pérdida de tiempo. A poco divisó a un hombre, que resultó ser un eunuco* etíope*, alto funcionario de Candace, reina de Etiopía, de cuyo tesoro era administrador general. Había venido en peregrinación a Jerusalén
28 y ahora, ya de regreso, iba sentado en su carro leyendo el libro del profeta Isaías.
29 El Espíritu dijo a Felipe:— Adelántate y acércate a ese carro.
30 Felipe corrió hacia el carro y, al oír que su ocupante leía al profeta Isaías, le preguntó:— ¿Entiendes lo que estás leyendo?
31 El etíope respondió:— ¿Cómo puedo entenderlo si nadie me lo explica?E invitó a Felipe a subir al carro y sentarse a su lado.