8 Saulo se levantó del suelo y, cuando abrió los ojos, no podía ver. Así que lo llevaron de la mano a Damasco,
9 donde pasó tres días privado de la vista, sin comer y sin beber.
10 Residía en Damasco un discípulo llamado Ananías. En una visión oyó que el Señor lo llamaba:— ¡Ananías!— Aquí estoy, Señor —respondió—.
11 El Señor le dijo:— Vete rápidamente a casa de Judas, en la calle Recta, y pregunta por un tal Saulo de Tarso. Ahora está orando
12 y acaba de tener una visión en la que un hombre llamado Ananías entra en su casa y le toca los ojos con las manos para que recobre la vista.
13 — Señor —contestó Ananías—, muchas personas me han hablado acerca de ese hombre y del daño que ha causado a tus fieles en Jerusalén.
14 Y aquí mismo tiene plenos poderes de los jefes de los sacerdotes para prender a todos los que te invocan.