26 Jesús, al ver a su madre y, junto a ella, al discípulo a quien tanto quería, dijo a su madre:— Mujer, ahí tienes a tu hijo.
27 Después dijo al discípulo:— Ahí tienes a tu madre.Y desde aquel momento, el discípulo la acogió en su casa.
28 Después de esto, plenamente consciente de que todo había llegado a su fin, para que se cumpliese la Escritura, Jesús exclamó:— Tengo sed.
29 Empaparon una esponja en vinagre, la colocaron en la punta de una caña de hisopo y se la acercaron a la boca.
30 Jesús probó el vinagre y dijo:— Todo está cumplido.Inclinó, entonces, la cabeza y expiró.
31 Era el día de preparación* y los judíos no querían que los cuerpos de los ajusticiados quedaran en la cruz aquel sábado, porque en él se celebraba una fiesta muy solemne*. Por eso, pidieron a Pilato que ordenase quebrar las piernas de los crucificados y retirarlos de allí.
32 Fueron los soldados y quebraron las piernas de los dos que habían sido crucificados con Jesús.