31 Desde allí se dirigió a Cafarnaún, ciudad de Galilea, y pasaba los sábados enseñando.
32 Todos quedaban impresionados por sus enseñanzas, porque les hablaba con autoridad.
33 Estaba allí, en la sinagoga, un hombre poseído por un demonio impuro que gritaba a grandes voces:
34 — ¡Jesús de Nazaret, déjanos en paz! ¿Has venido a destruirnos? ¡Te conozco bien: tú eres el Santo de Dios!
35 Jesús lo increpó, diciéndole:— ¡Cállate y sal de él!Y el demonio, tirándolo al suelo delante de todos, salió de él sin hacerle ningún daño.
36 Todos quedaron asombrados y se decían unos a otros:— ¡Qué poderosa es la palabra de este hombre! ¡Con qué autoridad da órdenes a los espíritus impuros y estos salen!
37 Y la fama de Jesús se extendía por toda la comarca.