3 Obedecedlos, pues, y cumplid cuanto os digan; pero no imitéis su conducta, porque ellos mismos no hacen lo que enseñan:
4 echan cargas pesadas e insoportables sobre los hombros de los demás, pero ellos no están dispuestos a mover ni siquiera un dedo para llevarlas.
5 Todo lo hacen para que la gente los vea. Usan filacterias más anchas y flecos más largos que ningún otro;
6 les gusta ocupar los primeros puestos en los banquetes, sentarse en los lugares preferentes en las sinagogas,
7 ser saludados en público y que la gente los llame “maestros”.
8 Vosotros, en cambio, no os hagáis llamar “maestro”; vuestro único maestro es Cristo y todos vosotros sois hermanos unos de otros.
9 Ni tampoco llaméis a nadie “padre vuestro” en este mundo, porque vuestro único Padre es el del cielo.