40 y, meneando la cabeza, decían:— ¡Tú que derribas el Templo y en tres días vuelves a edificarlo, sálvate a ti mismo! ¡Baja de la cruz si eres el Hijo de Dios!
41 De igual manera, los jefes de los sacerdotes, los maestros de la ley y los ancianos se burlaban de él diciendo:
42 — Ha salvado a otros, pero no puede salvarse a sí mismo. Que baje ahora mismo de la cruz ese rey de Israel y creeremos en él.
43 Puesto que ha confiado en Dios, que Dios lo salve ahora, si es que de verdad lo ama. ¿Acaso no afirmaba que es el Hijo de Dios?
44 Hasta los ladrones que estaban crucificados junto a él lo llenaban de insultos.
45 Desde el mediodía, toda la tierra quedó sumida en oscuridad hasta las tres de la tarde.
46 Hacia esa hora Jesús gritó con fuerza:— Elí, Elí, ¿lemá sabaqtaní?, es decir: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”.